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Una semana de placer

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Estaba dispuesta a seguir es atrevido juego de provocaciĂłn, pero poniendo sus reglas.

Alex Lancaster era un adicto a la adrenalina, además de un atractivo multimillonario británico que podía resultar peligroso. Cuando Libby le dijo que estaba harta de los hombres que vivían al límite, Alex se propuso convencerla para que se arriesgara tanto en el plano profesional como en el personal. Libby estaba dispuesta a apostar fuerte, pero solo si con la recompensa lo ganaba todo