Sexo en un cementerio italiano, bĂșsqueda de rastros vudĂș en Nueva Orleans, el robo de un hueso en las catacumbas de ParĂs. Estatuas, tumbas, epitafios. Un guarda que se mete de cabeza en un nicho para sacar una calavera. Las cruces con el eje inclinado en la isla MartĂn GarcĂa. La tumba mĂĄs visitada de Estados Unidos, la de Elvis Presley. Mujeres que salen de la NecrĂłpolis de ColĂłn caminando hacia atrĂĄs. Los cementerios guardan historias, detalles mĂnimos, secretos prohibidos, obras de arte, espacios que se destacan porque aparecieron, por ejemplo, en la tapa de un disco. Aunque en algunos casos no haya muros que los separen del mundo de los vivos, aunque todo el tiempo caminemos sobre cadĂĄveres, esos espacios tienen un halo particular.
Mariana Enriquez decidiĂł hace años convertirse en «catadora de cementerios», revivir un vĂnculo poco traumĂĄtico con estos espacios. Cada vez que viaja toma las necrĂłpolis como un punto turĂstico (o antiturĂstico) central; tanto que ha elegido ciertos destinos sĂłlo para ver determinado cementerio. Publicado por primera vez en 2013, esta ediciĂłn incorpora nuevos paseos, y los diecisĂ©is cementerios originales pasan a ser veinticuatro. Lejos de constituir una guĂa macabra, estas crĂłnicas proponen un recorrido personalĂsimo, caprichoso, en el cual surgen historias a cada paso. Un nombre, una fecha, un epitafio pueden disparar todo un mundo.